Alfombra en los elevadores

Éste es el primer síntoma (además del frío) de que la primera tormenta de nieve se aproxima: la alfombra en los pisos de los elevadores. Vivo en el piso veintiséis de un edificio en el centro de Montreal y hoy pusieron las alfombras en los elevadores. Por supuesto, para entrar y salir, agarro el elevador, nunca las escaleras. (Temo en lo más profundo el día que tenga que bajar hasta la calle por esas escaleras.) Después de dos años y meses de vivir aquí sé que ese signo augura la nieve. La primera tormenta de nieve siempre toma por sorpresa a los montrealenses. Hay caos vial, derrapamientos y choques el día en que vuelve, luego de muchos meses, la tan bella como peligrosa nieve. Y para los demás, para los peatones (entre los que me incluyo) significa caminar sobre una superficie multiforme, andar por las banquetas en fila india, apresurarse en busca del refugio caluroso del hogar con la esperanza de que debajo de la nieve no esté el más temido hielo. Nos hemos desacostumbrado a la nieve. La memoria nos falla. Y nos tratamos de convencer de que quizás no regrese, quizás no vuelva hasta diciembre. O hasta enero. (Hace algunos años se quejaban porque hasta después de navidad cayó la nieve.) Pero ya se acerca. Tarde este año, pero llegará la primera tormenta. Lo sé porque los elevadores de mi edificio ya tienen su alfombra.