Calentando motores


Actualmente estoy cocinando una reseña sobre el más reciente crédito de los Coen, Un hombre serio. Mientras la tengo lista y para ir calentando motores, voy a desenterrar lo poco que he escrito sobre ellos. Lo lamento porque de verdad son de mis directores favoritos. La reseña que subo a continuación es de mi etapa en la revista Brecha, en su suplemento la tolvanera en el cual pude publicar gracias a la generosidad de mi entonces maestro y hoy amigo Jaime Muñoz Vargas. Fueron en total 45 reseñas cinematográficas publicadas, 43 en formato de columna con el título de "El bueno, el malo y el feo", entre 1996 y 1998. Va entonces el texto que escribí cuando tenía 21 años sobre Fargo de los hermanos Coen. Como se verá, desde entonces me quejaba amargamente de la distribución del cine de autor en México y, sobre todo, en Torreón:

Joel y Ethan Coen -integrantes del cine independiente gringo- se convirtieron, hace ya casi seis años, en consentidos de Cannes cuando ganaron la palma de oro por Barton Fink. Dejando atrás el género fantástico de la entretenida El apoderado de Hudsucker, los hermanos -Joel como director, Ethan como productor y ambos como escritores- se dedicaron a rodar Fargo (1995). Como lo hiciera Gus Van Sant en Todo por un sueño, los Coen se basaron en un caso verídico para confeccionar el guión.
Jerry Lundegaard (William H. Macy) es un vendedor de automóviles tiranizado por Wade Gustafson (Harve Presnell), su pudiente suegro. Para salir de una apretada situación económica -pidiéndole, por supuesto, el rescate de Wade-, Jerry planea -junto con dos delincuentes interpretados por Steve Buscemi (Perros de reserva) y Peter Stormare- el secuestro de su esposa Jean (Kristin Rudrud). Los cadáveres empiezan a aparecer y entra en acción una mujer policía: Marge Gunderson (la Frances McDormand de Vidas cruzadas).
Fargo -nombre de la ciudad donde Jerry maquina el rapto- es una película de contrastes. La torpe malignidad de Carl (Buscemi) y Gaear (Stormare) se contrapone a la nobleza de Marge o a la buena voluntad de las personas -ya sean jóvenes de escasos recursos intelectuales, motoristas entrometidos o empleados de estacionamientos- que se les cruzan en el camino. Las blancas tierras se oponen a la carga humorística del argumento. Hasta la pareja de secuestradores -Carl, bajito y parlanchín; Gaear, corpulento y callado- son polos opuestos. El ritmo y la apropiada duración de Fargo -impredecible y envolvente- hacen que el espectador se adhiera al asiento, pero que también se carcajee con las peripecias de los personajes, la saladez de Jerry, la imbecilidad de Jean, la mala suerte de los secuestradores o la fugas así como la diminuta aparición de José Feliciano. Otro de los mayores atractivos es, además de la ambientación que muestra una nívea Dakota del Norte, Frances McDormand -esposa de Joel Coen- en su papel de detective pueblerina capaz de decir “oh, yah?” cinco veces en un mismo diálogo y con ocho meses de embarazo. No por nada los hermanos Coen, por Fargo -integrante de la XXIX muestra internacional de cine bajo el título Secuestro involuntario-, volvieron a ser -aunque en menor escala- consentidos en el último festival de Cannes llevándose el premio a mejor realización. Siendo una buena y loable cinta, tenemos la lejana ilusión -porque pareciera que ganar premios en los festivales de cine es garantía, para un filme, de no exhibirse en México- de que, a diferencia de muchas otras laureadas en Cannes -con las contadas excepciones de Tiempos violentos, El piano o Carrington (y nomás porque sí fueron distribuidas en Norteamérica)-, Fargo sea estrenada pronto en nuestro país y podamos verla con una imagen clara.

-Secuestro involuntario (Fargo, 1995). Dirigida por Joel Coen. Producida por Ethan Coen. Escrita por Joel y Ethan Coen. Actúan William H. Macy, Frances McDormand, Steve Buscemi y Peter Stormare.