Frío


Hoy por primera vez en este otoño -que ya es prácticamente invierno- sentí frío. Frío de verdad. Frío para quien ya ha pasado por siete inviernos canadienses. Dos en Calgary. Cinco aquí en Montreal. En invierno siempre hay un patrón que vale la pena aprenderse: si sube la temperatura hasta cerca de la línea del cero en el termómetro o incluso sobre éste, significa que el cielo se va a nublar y que seguramente habrá precipitaciones. Es decir, nieve. Pueden ser cinco centímetros o diez o quince o veinte o treinta o incluso más. Si sale el sol, tengan por seguro de que eso tendrá un precio: temperaturas de quince o veinte bajo cero y viento, un viento que hará que esas temperaturas inimaginables para muchos en México se sientan como treinta bajo cero. Esto último sucedió el día de hoy. Amanecimos con diecinueve bajo cero y el viento hizo que esa temperatura bajara hasta treinta. Lo mejor que puede hacer uno para perderle miedo al invierno y a sus fenómenos climáticos es salir, caminar por las calles, experimentarlos en carne propia. Así dejan de ser esa horrenda historia donde la gente muere enterrada bajo la nieve o queda mutilada, sin orejas o dedos de los pies. Tampoco se trata de ser idiota y salir destapado. No. Hoy aun con chamarra, gorro, guantes, bufanda y todo el kit mientras caminaba por la calle sentí frío y pensé por un segundo que estábamos en enero o febrero. No, es diciembre y el invierno oficialmente, en el calendario, ni siquiera ha iniciado.