Morir no es una opción


Hay películas que no mantienen el equilibrio adecuado. Algo destaca por encima de los demás elementos. Esos filmes se recordarán no porque sean en su conjunto excelentes sino porque contienen una dirección de arte destacable, una banda sonora que nos llene los oídos o, como se da en algunos casos, una actuación brillante.
Decir que en donde aparezca el británico Colin Firth cumple con solvencia su trabajo es una obviedad. De joven destacó en su país haciendo el papel del señor Darcy en la legendaria adaptación televisiva de Orgullo y prejuicio. Desde entonces, poco a poco, ha participado en un número impresionante de largometrajes -tanto comerciales como independientes- y se ha convertido en un rostro reconocido fuera de su país y aun fuera del universo anglófono. Sobre todo, por las cintas cuyo personaje principal era Bridget Jones siendo él su particular señor (Mark) Darcy.
Pero es gracias al diseñador de moda estadounidense -hoy convertido en cineasta- Tom Ford que Firth comienza a cosechar premios importantes en Europa: la Copa Volpi para el mejor actor en el festival de Venecia y, anoche, en su país de origen, el premio BAFTA. Esto por el papel de un profesor homosexual de mediana edad que, tras la muerte de su pareja, decide morir en la ópera prima de Ford titulada A Single Man (2009), una de esas cintas que parecieran hechas para que un actor brille.
Dentro de una estética preciosista y extremadamente cuidada en la recreación de la época circula el personaje de George Falconer durante las últimas veinticuatro horas de su vida. La decisión de suicidarse le hace ver el mundo a su alrededor (literalmente en este caso) menos gris, más colorido y le permite saborear lo que ya no podía después de la muerte de Jim, el hombre con el que durante varios años compartió la vida. La contenida actuación de Firth eclipsa los otros elementos de un filme de un director debutante no de veintitantos ni de treintaitantos sino de cuarenta y ocho años. La vida vista a través de George Falconer, la vida en California durante estos años sesenta es tan perfecta y bella que se vuelve falsa y hasta cierto punto fría. Al espectador le acaricia la pupila; pero de igual forma lo aleja de las emociones de los personajes, alienados dentro de esta burbuja de exagerada contemplación. En pocas palabras, dentro de Tom Ford, le gana el diseñador al cineasta. De ahí el desequilibrio, de ahí que lo que valga la pena sea sobre todo la actuación de Firth (y en un segundo plano la de Julianne Moore).
Una historia que se centra menos en la sexualidad del protagonista y más en su determinación no inamovible de dejar este mundo habría sido tal vez más convincente en otras manos. Al final, parece decirnos la trama, morir no vendría gracias a la voluntad de George, morir no era una opción sino algo concedido por el cruel azar. Un debut sorprendente, poco despreciable; pero al que le es imposible negar la cruz de su parroquia: la moda, el diseño, la dirección de arte. Un segundo crédito -si es que lo hay- nos dirá si de veras Tom Ford es más cineasta que modisto. Y en cuanto a Colin Firth ya desde hace muchos años no caben dudas sobre su capacidad histriónica y su presencia en la pantalla.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=pIiIH56a0Tc