Lynch: elogios a la locura


A continuación reproduzco un fragmento de mi libro Vislumbre de cineastas donde hablo un poco del director estadounidense David Lynch:

Tras la vergüenza multimillonaria (de Dunas), Lynch regresó al oficio para rodar, sin presiones o intereses de terceros, Terciopelo azul (Blue Velvet, 1986), un proyecto mucho más personal. En cuanto los créditos se desvanecen, el espectador está en un pueblo llamado Lumberton donde los vecinos son amables y los niños juegan con alegría. Debajo de esa perfección, como insecto bajo el pasto y la tierra, la perversidad se reproduce. Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) regresa a Lumberton después de que su padre es hospitalizado. Al descubrir una oreja mutilada en un terreno baldío, su vida será trastornada. Las autoridades no satisfacen su curiosidad y decide emprender sus propias investigaciones. La hija del teniente Williams (George Dickerson), Sandy (Laura Dern), lo conduce hasta el departamento de Dorothy Vallens (Isabella Rossellini), una cantante conocida como “La dama azul” y quien, según los rumores policiacos, tiene conexión con el descubrimiento. Cuando Jeffrey entra a escondidas al departamento, se le presenta la malignidad latente de Lumberton encarnada en Frank Booth (Dennis Hopper). Una vez en el núcleo de este extraño mundo de sadomasoquismo, drogas y secuestros, sólo la inocente Sandy y su amor podrán redimir a Jeffrey.
Aunque la oposición entre el bien y el mal parezca tan fatalista como en Sombra de una duda de Hitchcock (dentro de Terciopelo azul se nota especialmente la influencia del mago del suspenso), en realidad no lo es. En el Lumberton con dejos de los cincuenta la maldad se vuelve contagiosa y los protagonistas son corruptibles. Jeffrey retorna, por su obsesiva voluntad, al hogar de Dorothy. El director aprovecha, como rectificación al error de Dunas, a MacLachlan en un rol que es apropiado a su impavidez: el del joven reprimido y curioso. Hopper alcanza la excelencia dando vida al vil y aterrorizante Frank Booth. Los personajes –Paul (Jack Nance) y Raymond (Brad Dourif) como fieles secuaces de Frank o Ben (Dean Stockwell) como el amanerado suministrador de narcóticos— y los sucesos “lynchescos” –la añeja prostituta que baila sobre un carro, el empleado ciego de la ferretería, la tía Bárbara (Frances Bay) con sus advertencias sobre la calle Lincoln o el cadáver del hombre amarillo que se sostiene en pie— le inyectan particularidad a esta cinta de misterio. Terciopelo azul contiene, además, un equilibrado conjunto de momentos inolvidables. La secuencia donde Jeffrey y Sandy se enamoran al son de la sedante canción “Mysteries of Love”, interpretada por Julee Cruise, reafirma lo dicho. Otros ejemplos son las dos escenas donde, como fondo musical, se oye “In Dreams”. En una, Ben imita a Roy Orbison. En otra, Frank y su banda golpean a Jeffrey. Durante la conclusión, la música también cobra importancia. Se alterna la última entrada de Jeffrey al departamento con el tiroteo frente a un edificio y arriba “Love Letters” como recordatorio de la amenaza mortal de Booth. Pocos críticos desdeñaron a Terciopelo azul. Los demás, en cambio, la catalogaron no sólo como una de las mejores cintas de 1986, sino también como una de las mejores cintas de los años ochenta.
El hombre elefante no ganó ninguna de las múltiples nominaciones al Óscar. Tuvo que pasar una década para que Lynch mereciera la Palma de Oro en Cannes con Salvaje de corazón (Wild at Heart, 1990). La entrega de este trofeo, con toda su magnitud, rodeó al director estadounidense de rechiflas y ovaciones; pero nunca de silencios. En Salvaje de corazón, Marietta Fortune (Diane Ladd) se encuentra muy preocupada ya que su hija Lula (Laura Dern) ha escapado con Sailor Ripley (Nicolas Cage), un ex convicto que, además de fogoso amante, es mal imitador de Elvis Presley. Marietta, por supuesto, posa como madre protectora frente a su novio Johnnie Farragut (Harry Dean Stanton) y lo manda a que alcance a los niños. Hay una serie de hechos ignorados por el pobre Johnnie: 1) Marietta, 22 meses y 18 días atrás, contrata un asesino para matar a Sailor y él, por defenderse, va a dar a la cárcel; y 2) Marietta también llama a su otro novio, Marcello Santos (J. E. Freeman), y él promete no sólo eliminar a Sailor, sino también a Johnnie. Mamita querida le queda corta a Marietta, la bruja malvada, la perseguidora de esta inusual Dorothy y su león salvaje. Lula y Sailor, aunque hayan encontrado el camino amarillo, tampoco son unos santos. Al contrario, son la pareja más burda, cochina y peculiar que haya retratado el celuloide. Sailor, al ser su lenguaje los puños, canta “Love Me” en una discoteca, da patadas para simular un baile sádico y viste una estrambótica chaqueta de víbora, “símbolo de su individualidad y de su creencia en la libertad”. Lula, con su rubia y artificial cabellera, no deja de rumiar chicle, viste ropa ajustada de colores chillones y su cerebro, sin duda, trabaja por intervención divina: le da lo mismo hablar de El mago de Oz, de cómo la violó su tío Pooch (Marvin Kaplan), de la capa de ozono, de cigarros o de su primo Dell (Crispin Glover), quien se hacía notar por introducirse cucarachas en las cavidades menos gratas del cuerpo. Pero, por encima de todo, Sailor y Lula se aman.
Salvaje de corazón está dirigida a un público pensante. Los que consideran el cine como mero entretenimiento o distracción se verán decepcionados con ella y con las demás obras de David Lynch. Con deliberación, el cineasta deja sucesos en el aire esperando que su público los atrape, los interprete y los haga suyos. La all american basura blanca sale de sus remolques y de sus guaridas para convertirse en locos carismáticos. Tal vez, por esta razón, los filmes de Lynch no agradan tanto a los críticos estadounidenses. Nadie lleva a sus personajes a los extremos de la sátira como él. Nadie obliga al espectador a observar con malicia la hilera de fenómenos y adefesios “lyncheanos” no muy diferentes al John Merrick de El hombre elefante: Reindeer (William Sheppard), el secuaz de Marcello Santos, el facineroso con dinero suficiente para comprar un séquito de sirvientas topless; Juana (Grace Zabriskie), una asesina a sueldo cuarentona, de cabello oxigenado, bota ortopédica y cejas encontradas; Perdita (Isabella Rossellini), su hermana menor; Bobby Perú (Willem Dafoe), el gángster de protuberantes encías y cabeza volátil; la joven del accidente automovilístico (Sherilyn Fenn), más preocupada por su bolso que por la gravedad de sus heridas; un hombre (Jack Nance) que parlotea sobre su perro; y la bruja buena de Oz (Sheryl Lee), quien aconseja a Sailor con su “no le des la espalda al amor”. La Palma de Oro para Salvaje de corazón no fue nada gratuita.