La grisácea tarta púrpura


La siguiente reseña también apareció en su momento en la revista saltillense Espacio 4. Es la segunda que he escrito sobre una película de Wong Kar-Wai (o Kar-Wai Wong, nunca se entera uno con los realizadores chinos cuál es el nombre de pila y cuál el apellido). Desde que vi Deseando amar en una muestra de cine aquí en Torreón, este director dejó una huella muy bien impresa en la retina. De él he recorrido, durante los últimos meses y gracias a mis visitas al videoclub La Boîte Noire gran parte de su filmografía: Days of Being Wild, Chungking Express, Ashes of Time, Happy Together, Deseando amar, 2046 y la que reseño a continuación.

Aunque llegue a cuentagotas a la provincia con muestras o festivales, el cine de arte no está exento de trampas. Así como en el plano hollywoodense se le rinde pleitesía a las caras bonitas de los actores, en el del cine de mayor alcance se realiza lo mismo con el cerebro del realizador. Y la visión a veces demasiado personal de un cineasta tampoco es infalible. A pesar de que con anterioridad se nos hayan revelado como maestros, genios o cualquier otro sustantivo para expresar sus extraordinarias habilidades en la técnica cinematográfica; no dejarán de producir estos nombres de vez en cuando cintas que vayan de lo deleznable hasta lo pálidamente gris. Quizás éste sea el caso de Wong Kar-Wai, otro de los grandes directores del gigante país asiático.
Un año después de haberse presentado en Cannes Noches púrpuras (My Blueberry Nights, 2007), el más reciente largometraje del director chino, posee como única propuesta novedosa el idioma inglés. Lo demás lo hemos visto anteriormente y con mayor maestría en, por ejemplo, Deseando amar, crédito del año 2000, o incluso cuatro años después en 2046. Con un hilo conductor narrativo más aferrado a atmósferas que a anécdotas, Noches púrpuras es una road movie de planos atípicos con su usual reparto de personajes coloridos. Sin duda, Wong Kar-Wai beneficia a la estética por sobre el entramado narrativo. Es bien sabido que filma blandiendo como arma la improvisación y lo hace a partir de ideas algo borrosas. Nunca hay un guión al comienzo del rodaje. En este caso la idea es la de un café en Nueva York, punto de encuentro para quienes se han topado con el desamor. De este lugar partirán dos relatos enmarcados por otro que los absorbe. Como espectador, no dejo de preguntarme si esto es simple incapacidad para sostener una sola historia o producto de la ya legendaria espontaneidad del cineasta. Sólo por eso, durante fugaces instantes, Noches púrpuras semeja ser en realidad tres cortometrajes y no un largo.
Durante el inicio, vemos a Jeremy (Jude Law) recibir una llamada mientras trata al mismo tiempo de atender su café neoyorquino. Alguien pregunta por un cliente y el dueño sólo puede identificarlo a través de sus pedidos. Más adelante será Jeremy quien realice las llamadas a cafés o bares de Memphis para encontrar a la persona al otro lado de la línea. Así comienza, sospechamos, la historia de desamor de una chica llamada Elizabeth (Norah Jones) que, tras enterarse por Jeremy de la existencia de una tercera en discordia, abandonará las llaves del departamento de su ex novio en el café. Esto no es poco común en el lugar pues a lo largo de los años se ha convertido en depositario de llaves. Éstas representan relaciones pasadas, puertas cerradas cuyos picaportes los anónimos clientes no son capaces de soltar. Nada raro para un establecimiento cuyo nombre es “Klyuch” (“llave” en ruso). Mucho menos si agregamos que además de estos objetos, ahí se desprecian las tartas de arándano cuya grisura ante otros postres no desmentiría nunca el color púrpura ya aludido por el título del filme.
En este período de desconsuelo para Elizabeth, surge una amistad con el inmigrante británico. Ninguno de los dos se atreve a convertirla en romance. Para aceptar sentimientos y aclarar dudas —cuando bien pudo cruzar la calle y entrar en el café de Jeremy— la joven emprende el viaje sin destino fijo por diferentes ciudades y pueblos de los Estados Unidos ganándose además la vida como mesera de día y cantinera de noche. Entre la ida y el regreso irá contándole sus vivencias a través de postales sin remitente. Elizabeth, durante esta transición, pasará de ser protagonista a testigo. El segundo acto, entonces, lo conforman la pareja de Arnie (David Strathairn), policía alcohólico, y Sue Lynne (Rachel Weisz), cuya seductora irrupción como femme fatale en el bar donde trabaja Elizabeth y donde se ahoga en licor el ex marido bien vale el costo del boleto. En alguna reseña colgada en la red mundial un cibernauta comparó este segmento con París, Texas de Wim Wenders y, aunque la historia entre un hombre mayor y una joven en el sur estadounidense guarda semejanzas con aquel filme, la referencia sería más bien musical pues quien se encarga de adentrarnos con sus melodías a este universo norteamericano es también Ry Cooder. El tercer acto, en cambio, lo protagoniza Leslie (Natalie Portman), una jugadora en problemas con un padre distante. No dejan de ser estas secuencias —a pesar del trabajo camaleónico de otra atractiva actriz— tal vez las más áridas de todo el largometraje y eso no sólo por tener como escenario el estado de Nevada. Al final, una vez concluida su enseñanza por las carreteras, Elizabeth estará lista para deshacerse de sus llaves y reencontrarse con Jeremy en Nueva York.
El debut cinematográfico de Norah Jones no resulta nada despreciable aunque en algunos momentos sí es notoria su bisoñez lo cual resta puntos al producto final. Sin experiencia fuera de la otorgada por los escenarios de sus conciertos e incluso sin clases de actuación —como la propia cantante confesó en más de una entrevista— lo perdido en efectismo quizás se gane en frescura y sólo por eso Jones resulta creíble como una muchacha en confusión entre pueblos, bares y restaurantes de Norteamérica. Y, como ya se volvió costumbre, el director llega casi derrapando a Cannes en 2007 con Noches púrpuras. El filme de apertura del año pasado, sin embargo, fue recibido con tibieza. Algo semejante, en cuanto a la súbita posproducción de la cinta, había sucedido con Deseando amar, teniendo quizás en esa otra edición del festival una acogida más calurosa. Pero aun con el hecho de estar por debajo de sus anteriores créditos, Noches púrpuras es notoriamente superior a, por ejemplo, churrazos al estilo Spielberg-Lucas.

Noches púrpuras (My Blueberry Nights, 2007). Dirigida y producida por Wong Kar-Wai. Protagonizada por Norah Jones, Jude Law, Rachel Weisz, David Strathairn y Natalie Portman.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=zFWEWwE-hjc