Inventario de la cartelera veraniega 1996

Hoy me percaté que estoy más o menos a un año de cumplir la mayoría de edad como reseñista de cine. Lo compruebo al desenterrar el texto que viene a continuación: mi primer comentario escrito sobre cine publicado en un medio impreso. En ese entonces era la tolvanera, suplemento cultural de Brecha. Como ya lo he dicho antes, logré publicar ahí gracias a la invitación de Jaime Muñoz. El artículo se publicó en septiembre de 1996 en el número 123 de la revista. Desde entonces han pasado casi 17 años. Nótese la gran diferencia entre éste y los textos que escribo actualmente. ¿O no la hay? Quién sabe. Al menos mi cantaleta quejumbrosa sobre la mala distribución de cintas en La Laguna nunca ha cambiado. Aquí va la vergüenza:

El verano pasado fueron Batman eternamente, Pocahontas, Casper (Gasparín no, porque se oye muy naco) y Duro de matar III: La venganza. Este año, una nueva serie de películas invade la cartelera cinematográfica. En el 95 fueron los personajes de historietas, las princesas indias, los fantasmas amistosos y el acostumbrado bombazo. Ahora son jorobados, espías, “bailarinas”, extraterrestres asesinos, tornados y, una vez más, la repetida dosis de acción. Pareciera como si a los programadores de las salas de cine, especialmente durante el verano y gracias a la influencia gringa (in gold we trust), se les olvidara que el cine, en alguna ocasión, ha sido el séptimo arte y siguen la política de las televisoras nacionales (¿no tendrán por ahí un pacto para idiotizar a las masas?) para las cuales lo principal es: entretener ante todo (a cambio de una buena lana porque nada es gratis). Y es que los Cruises, los Stallones, los Schwarzeneggers, los Disneys y las Moores atraen a las multitudes a pesar de que sigan haciendo bodrios que no valgan ni la quinta parte de la entrada al cine. Porque las explosiones, las rayos láser y, más recientemente, los efectos especiales por computadora, se ven traducidos en dólares (claro, para nombres como Paramount, Warner y otros).
Como muestra, una humilde enumeración de cintas. Al principio del verano tuvimos la agradable presencia de Del crepúsculo al amanecer, película dirigida por Robert Rodríguez y escrita por Quentin Tarantino, los niños prodigio de Hollywood. Uno por realizar su ópera prima con mínimo presupuesto (El mariachi), el otro por conseguir la Palma de Oro en Cannes en 1994 por su Pulp Fiction (traducida a nuestro idioma con el baboso título de Tiempos violentos). ¿Qué sucedió cuando a estos dos genios mimados se les puso en las misma cuna? El resultado fue uno de los peores churros que jamás se haya visto en la historia del cine: vampiros mexicanos (para variarle a la imagen del mexicano en el cine gringo), balazos despanzurradores, tripas e intestinos volando de un lado para otro y, por supuesto, la aparición de la chica Rodríguez (con probabilidad, la única que se atreve a aparecer en sus filmes), Salma Hayek con un fabuloso diálogo de tres o cuatro líneas donde demostró a todo mundo su capacidad histriónica.
Tom Cruise, probablemente aconsejado por sus amigos cienciólogos (secta que venera al dios Dólar) decidió unir sus fuerzas con el director Brian de Palma y así darle luz a Misión imposible con la original idea (¿quién se acuerda ya de Los locos Adams, La tribu Brady, Batman, etcétera?) de convertir una vieja serie de televisión estadounidense en película. Lo demás era imaginable. Cruise dando gritos destemplados, repartiendo chicles explosivos, enseñando su hermosa dentadura mientras un helicóptero le vuela en pedazos por detrás. Lástima que le hayan matado a su primer equipo en los primeros veinte minutos. Eran los únicos que valían la pena. Sin embargo, el anzuelo fue tan efectivo que ya se planea una segunda parte de Misión imposible.
Para que no digan que no hay cine infantil, se exhibió la autodenominada “obra maestra” de Disney, El jorobado de Notre Dame. Inspirada en la novela de Víctor Hugo y, sin ignorar la tradición Disney, adaptada a un final feliz para que los pequeñines no se traumen o queden marcados de por vida como muchos de nosotros cuando mataron a la mamá de Bambi. Sobre todo, después de escándalo por la violenta cinta El rey león, del año antepasado, por aquella horrible palabra (SEXO) que algunos mojigatos de Gringolandia descubrieron (¿quién sabe cómo le habrán hecho?) en una nubecilla mientras los personajes animados cantaban Hakuna-Matata.
Cuando menos los esperábamos, el insensato género de películas de desastre que proliferó en los setenta revive con cintas como Tornado y El día de la independencia. En la primera, dirigida por Jan de Bont (Máxima velocidad) y escrita por Michael Crichton (Parque jurásico, Sol naciente), un grupo de investigadores dedican tiempo y esfuerzo a perseguir tornados. Pero en esta película bien podrían haberse ahorrado el sueldo de los actores poniendo a unos monigotes porque cada vez que los tornados brillan por su ausencia, la trama brilla por su aburrimiento. Ni modo. La mayoría de la gente se fue con la finta publicitaria que anunciaba con estruendo Tornado de Steven Spielberg, cuando lo único que hizo el realizador de La lista de Schindler fue poner un poquito de lana (productor ejecutivo, entre otros dos) y ni un gramo de creatividad.
Arnold vuelve a hacer de las suyas en El protector, ahora como policía especializado en “borrar” (Eraser, nombre en el idioma original que significa, no es broma, El borrador) la identidad de personas que ingresan al programa de protección de testigos del gobierno. Schwarzenegger se ve acompañado de la cantante y actriz Vanessa Williams y es dirigido por Chuck Russell, el mismo que dirigió al deforme Jim Carrey en La máscara. Con estos antecedentes no es necesario ni ir al cine a verla. A Arnold, después de caérsele el gimnasio entero sobre la cabeza, se le atrofió el lado artístico de su cerebro. La lengua no le da más que para decir “Hasta la vista, baby” y con los ojos apenas alcanza a ver el color del dinero. Al rato lo veremos, como su parodia en Los Simpsons (un gorilón con acento sospechosamente austriaco y corte de pelo militar), en un programa de televisión diciendo: “La película es una toma, hora y media de mí y una pared de ladrillo, costó ochenta millones de dólares”.
Para finalizar esta lista de filmes poco estimulantes tenemos la tragicomedia de Demi Moore, Striptease. Más nos hubiera valido, a los que pagamos la entrada al cine, cambiarle a la tele al programa de Shanik Bergman y ver a las desnudistas que a cada rato salen ahí. Porque la “actuación” de la Moore, por la cual le pagaron doce y medio millones de dólares, puede resumirse en pura chichi y nada de coco. Si de ver una cinta sobre un club de striptease se trata es mil veces preferible Exótica, propuesta lúgubre sobre la obsesiva relación de un hombre con una bailarina. La protagonista (Mia Kirshner) no es una Demi Moore, pero, por lo menos, sí es actriz.
Pasando a lo menos comercial, la trilogía Tres colores: Azul, Blanco y Rojo de Krzystof Kieslowski (ahora en video) aclamada por la crítica mundial y despreciada por el Óscar, pasó, por desgracia, silenciosamente por la cartelera siendo exhibida en funciones compartidas o si acaso en sala propia, pero en territorio gomezpalatino, más allá del Nazas. Algo semejante ocurrió con las cintas del llamado nuevo cine mexicano: Sin remitente y Entre Pancho Villa y una mujer desnuda. Eso sin mencionar la cinta belga ganadora del Globo de Oro como mejor película extranjera en 1995, Farinelli, que arribó a las tiendas de video antes de hacerlo a las salas de cine. Por lo visto, la mejor carta de presentación para que un filme se proyecte en las salas de México es el número de millones que haya recaudado en taquilla y no la calidad, los premios o lo dicho por la crítica.
Ni pensar que los torreonenses lleguemos a ver la comedia española de humor negro El día de la bestia, el filme revelación de los premios César de la academia del cine francés Delicatessen, o la rusa ganadora al Óscar por mejor película extranjera en 1995 Quemado por el sol o la australiana de P.J. Hogan La boda de Muriel, todas ellas ya exhibidas en otras ciudades de México. Mucho menos poner las esperanzar a que se proyecten Balas sobre Nueva York y Poderosa Afrodita, ambas del director Woody Allen y ambas ganadoras del Óscar por actuaciones femeninas de reparto en 1995 y 1996, o Pena de muerte que fue nominada este año por la dirección de Tim Robbins y ganadora por la actuación de su compañera sentimental, Susan Sarandon, o por lo menos, La locura del rey Jorge, película británica por la cual Nigel Hawthorne, el protagonista, fue nominado en la ceremonia de 1995 como mejor actor. Lo único que nos queda, durante el resto del verano, es que de seis estrenos en cartelera, por lo menos uno valga el boleto de entrada.