Acercarse al invierno de la vida convoca
diversas reacciones. Entre ellas, sin embargo, algunas muy comunes: mirar hacia
atrás y darse cuenta de los arrepentimientos, de lo que quedará sin remedio
pendiente. Si algo en común tienen las dos cintas de las que hablo a continuación
es —además de la vejez de sus personajes protagonistas y de ese impulso de
viajar para saldar las deudas del pasado— el tema de las relaciones entre
padres e hijos.
El
inglés Stephen Frears ha sido desde el comienzo de su carrera un realizador de
capacidad solvente. Así, solvente a secas. Difícil pensar en él como el creador
de una gran y deslumbrante obra maestra. Pensemos por ejemplo en su
filmografía: Mi hermosa lavandería
(1985), Relaciones peligrosas (1988),
la horripilante en el peor de los sentidos El
secreto de Mary Reilly (1996) y más recientemente La reina (2006) o Tamara
Drewe (2010). La mayoría de los créditos buenos. Uno que otro deleznable.
Aunque su contribución al cine ha sido lo bastante trascendente para llamar la atención
de la crítica y del público. De nueva cuenta una película suya se menciona
ahora con frecuencia al hablar de las inminentes premiaciones de Hollywood. La
mención se hace sobre todo con respecto a la actriz Judi Dench.
La
historia de Philomena (2013) se
deriva de la de En el nombre de Dios
o The Magdalene Sisters (2002),
aquella cinta de Peter Mullan que provocara lo que ahora veríamos como un
escándalo menor (luego de tantos de proporciones mayores) dentro de la iglesia
católica. Philomena Lee (Judi Dench) fue en su juventud una de esas jóvenes
explotadas por monjas irlandesas ante la supuesta ignominia de tener un hijo
ilegítimo. El niño le fue arrebatado para darlo en adopción a un matrimonio
norteamericano. Ahora, cinco décadas después, la mujer ha decidido romper el
silencio y confesarle la verdad a su hija Jane. Por otro lado, está el
periodista político caído en desgracia de nombre Martin Sixsmith (Steve
Coogan). Una vez que Jane conoce por casualidad a Sixsmith le ofrece la
increíble historia de su madre. Él, a pesar del desempleo, se halla renuente a
escribir sobre un personaje de “interés humano”. Cínico, a veces grosero y de
un humor mordaz, Martin no desea compartir su tiempo con una sencilla mujer
irlandesa que, a pesar de los abusos sufridos, conserva tanto su fe como el
respeto al clero. Además pasar de la política en Washington o Moscú a un relato
lacrimógeno le parece la peor de las degradaciones. El desempleo lo persuade.
En
la búsqueda de información sobre su hijo, Philomena estará acompañada por
Martin en un periplo que llevará a esta pareja dispareja al otro lado del
Atlántico. De ida. Y luego de regreso al inicio de la historia. Basado en un
recuento verídico, Frears hace las modificaciones necesarias para crear un
diálogo más cercano entre los dos personajes principales. En el plano de la
realidad, Martin Sixsmith nunca acompañó a Philomena Lee en su viaje por
Estados Unidos. A causa de esta desviación del camino de la estricta verdad la
película ha sido criticada. Suena superficial la objeción cuando en nada
esencial afecta y, más bien, ayuda a compensar la pesadez de la tragedia de
Philomena.
Difícil
tarea enfrentarse en duelo actoral con un titán como Judi Dench. Pero Steve
Coogan (más conocido como comediante en Gran Bretaña) sale avante y embona en
la trama a la perfección para equilibrarla y no tornarla en una telenovela
barata. Esa malicia y rencor contra la iglesia del maleado periodista encuentra
su contraparte en la figura compasiva de la anciana. La relación, sin embargo,
no se encuentra exenta de roces como en el momento culminante del segundo
regreso al convento en el cual Philomena reclama para sí su historia ante la
agresividad de Sixsmith contra una monja ya muy mayor. Si alguien debe estar
ofendido contra la institución católica es ella, la madre a la que le quitaron
a su hijo. Y sin embargo, a diferencia del periodista, Philomena conserva la
calma. No muy diferente a una madre reprendiendo un desplante de un niño
maleducado. Tal vez el hijo perdido (no carnal, aunque sí espiritual) de
Philomena Lee haya estado más bien al lado de ella durante el viaje.
No
muy lejana en sus personajes y en su temática se encuentra Nebraska (2013) del estadounidense Alexander Payne. La carrera de
Payne no tendrá tantos créditos como la de Frears. Aun así ha logrado también
cosechar reconocimiento en la tierra de los ensueños. Desde el ácido retrato de
la vida preparatoriana en Election
(1999) pasando por Las confesiones del
Sr. Schmidt (2002) y su gran éxito independiente Entre copas (2004) hasta Los
descendientes (2011), en no pocas ocasiones se ha mencionado su trabajo con
respecto a las premiaciones hollywoodenses. Un fenómeno similar se está dando
ahora con Nebraska y esto a pesar de
que la película no incluye grandes estrellas como gancho para hacer estallar la
taquilla ni mucho menos multimillonarios recursos y, para colmo, está filmada
en blanco y negro.
Ésta
será también la historia de otro viaje. En algo Nebraska recuerda a Una
historia sencilla (1999) de David Lynch. Aunque aquí no hay rencuentro
familiar entre hermanos sino un acercamiento enriquecedor entre un padre y su
hijo. Lo de enriquecedor en principio pareciera referirse a la posibilidad de
ganarse un millón de dólares. Pero ya se sabe cómo engañan las apariencias.
Éste es un relato mucho más intimista y melancólico. Woody Grant (Bruce Dern)
está convencido por una carta publicitaria que ha ganado un millón de dólares y
está obstinado en viajar hasta Montana para cobrarlo. Aunque sea a pie. Toda su
familia le dice que la carta es un embauco. Nadie está dispuesto a viajar con
él tantos kilómetros. Su familia incluye a Kate (June Squibb) —una esposa con
una lengua más filosa que un cuchillo cebollero— a Ross (Bob Odenkirk) —un hijo
conductor de noticias— y al menor, David (Will Forte) cuya novia lo acaba de
abandonar y cuyo trabajo en una tienda de electrónicos lo tiene sumido en la
más gringa mediocridad. Por eso, David es la única persona de la familia con
disposición para llevarlo a Montana.
Se
concreta así el viaje durante el cual no sólo la relación entre Woody y David
dejará de enfriarse sino que también el padre regresará como héroe a su pueblo
natal, lugar de paso hacia el destino final. En el pueblo su familia extendida
(hermanos, cuñadas, sobrinos) y además el amigo de antaño Ed (interpretado por
Stacy Keach quien fuera Mike Hammer en los ochenta) no tan de inmediato pero sí
reclamarán algo del dinero que Woody supuestamente ha ganado. Debajo del humor
provocado por un hombre cuyas capacidades mentales se van perdiendo y su hijo
perdedor a los cuales se agregará la imprudente-en-sus-comentarios madre, corre
un río oscuro donde se mezclan la melancolía, el desamor, los malos entendidos,
la pobreza y las frustraciones. De esta forma, David entiende que mostrarse
condescendiente con la obstinación de su padre le dará al viejo una de sus
últimas satisfacciones en la vida: la de ser tratado como un héroe en su pueblo
natal, regresar al origen siendo por fin “alguien” ante la familia extendida y
los ancianos compadres del bar que frecuentaba en su juventud.
Luego
de una larga carrera cinematográfica repleta de roles secundarios Bruce Dern
recibe de la mano de Payne uno de esos personajes para los que se espera toda
una vida. El mismo actor lo confiesa en una entrevista. Tanto así que recibe en
mayo pasado el premio a mejor actor en el festival de Cannes. Sorprende además
otra especialista en papeles secundarios, June Squibb, como la abusadora verbal
del envejecido alcohólico cuyos comentarios hirientes hacia todos provocan la
mayor parte de las risas. Y también Will Forte, más conocido como ex integrante
del reparto del programa de comedia Saturday
Night Live. El regreso de Woody se replica en el artífice de la obra. La
vuelta es también para el director quien rueda en su estado natal, el mismo que
le da su título a la cinta.
Y
finalmente algo que también tendrán en común Philomena y Nebraska
serán los nominaciones a premios por actuación de los dos actores principales.
Bien es sabido cómo reditúa hacerles justicia a actores veteranos a los cuales
se les debe mucho haciéndolos aparecer en las nominaciones al premio Óscar. A pesar de y no gracias a eso, dos cintas muy recomendables.
—Philomena
(2013). Dirigida por Stephen Frears. Producida por Steve Coogan, Tracey Seaward
y Gabrielle Tana. Protagonizada por Judi Dench y Steve Coogan.
El avance: http://www.youtube.com/watch?v=LR59jsSkrHk
—Nebraska
(2013). Dirigida por Alexander Payne. Producida por Albert Berger y Ron Yerxa.
Protagonizada por Bruce Dern, Will Forte y June Squibb.
El avance: http://www.youtube.com/watch?v=_-8LzZ6MuCQ