Dos en lengua “extranjera”

El adjetivo del título de esta entrada lo entrecomillo con toda intención. Desde los cánones hollywoodenses dentro de los cuales cierto monigote dorado se transforma en el premio más codiciado, hablar de una cinta en lengua extrajera significa hablar del resto del mundo. Es decir, se suele utilizar “extranjera” cuando este adjetivo incluye cualquier lengua hablada en el mundo excepto el inglés. Representa entonces cientos de películas que después pasan por varios filtros y quedan apenas un puñado. Desde ahí el proceso resulta injusto. No hablemos de los parámetros establecidos. Por ejemplo, este año la ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes queda descartada simplemente porque se estrenó en octubre dentro de su país de origen. De todas maneras, un largometraje con tales temas difícilmente recibiría el tan mentado Óscar.


Desde que ganara la Palma de Oro en mayo pasado mucho se ha comentado sobre La vida de Adèle (La vie d’Adèle, 2013). Por un lado, las escenas largas y explícitas entre las dos protagonistas. Por otro, la guerra de declaraciones entre el director Abdellatif Kechiche y la actriz Léa Seydoux. Pero fuera de estas minucias ideales para la chismorreo la cinta se erige como el periplo sentimental y cargado de erotismo de la Adèle que le da título. Además se torna una historia de crecimiento a través de una pasión ineludible, de cómo a través de dicho sentimiento la protagonista pasa de adolescente a mujer. Y ante tamaña atracción el asunto del lesbianismo queda muy de lado y en contadas escenas se subraya. En ese sentido no se siente como una película con mensaje político a pesar de que le concedieran el máximo galardón del festival durante el punto álgido de las manifestaciones en Francia contra los matrimonios de personas del mismo sexo.
Basada en la historieta El azul es un color cálido de Julie Maroh, la trama (y de paso una obsesiva cámara necia en mostrarnos hasta los momentos más íntimos) se centra en la adolescente clase-mediera Adèle (Adèle Exarchopoulos). Adèle lleva una vida normal en casa con su familia y en el liceo con sus amigos. Siempre parece contener su cabello rebelde sin óptimos resultados. Y le encanta el espagueti. Al comienzo la vemos iniciar un romance con un compañero del liceo. Sin embargo y ante la insatisfacción, pronto este ligue se olvida y empieza a dejarse arrastrar por la atracción que siente hacia las mujeres. Cuando cruzando la calle se encuentre con una joven cuyo pelo de color azul la convierte en foco de atención, no se contendrá y la buscará en sus sueños y luego en la realidad. Más tarde se dará cuenta que esa chica se llama Emma (Léa Seydoux), una artista visual graduada de la universidad que se mueve entre lesbianas e intelectuales. Poco a poco comienza el amorío cuya irreprimible pasión sólo podría ser descrita como volcánica. De ahí, durante el capítulo dos y tras algunos años, se atestiguará el también inevitable fin.
Con respecto a los dos personajes, especialmente tratándose de Adèle, la cámara de Kechiche (Venus negra) intenta penetrar hasta los rincones más recónditos y se halla fija en los rostros de las mujeres. Tanto así que no pareciera darles espacio para respirar (quizás de este hecho y de las cientos de horas de metraje original vengan las quejas de Seydoux). El efecto, sin embargo, no es el del pervertido voyeur poco involucrado con lo que documenta. El cineasta tunecino pone al descubierto la humanidad de dos personajes que se aman sin límites. Y de nuevo en el caso de Adèle nos devela las incertidumbres de la adolescencia reflejadas en gestos inequívocos como una maraña de cabello rebelde, una cara iluminada ante un plato de espaguetis o una sorbida de mocos tan cotidiana como normal. A través de las tres horas del largometraje —que a pesar de la duración nunca pesan como sí podrían hacerlo con una película repleta de bombazos— presenciamos el crecimiento, el azoro ante el universo desconocido del ambiente gay y, claro, la larguísima escena de sexo explícito entre las dos protagonistas. En cuanto a su pertinencia (explicable con la intensidad que debiera reflejarse ante una pasión avasalladora), ésta ya quedará a juicio de cada espectador.
A Léa Seydoux no necesitaba conocerla un público más acostumbrado al cine de autor. Ahí están sus participaciones en cintas como Bastardos sin gloria, Medianoche en París, Adiós a la reina y próximamente la nueva versión francesa de La bella y la bestia con Vincent Cassel. Después de todo, su juventud no debe sorprender ante su incursión en el cine tratándose de una nieta de quien dirige el destino de la compañía fílmica Pathé. Quien deslumbra hasta convertirse en objeto de adoración sin duda es Adèle Exarchopoulos: por reflejar tanta inocencia dentro del erotismo, por sus labios abiertos habitantes en un rostro de naricita levantada al estilo de Peter Pan, por conducirnos en este periplo que centrándose en el amor (sin importar sexos) despliega tanta humanidad. Lo que más sorprende de su paso por Cannes es que este largometraje tan realista e inmerso en la vida interior de sus personajes haya ganado la Palma de Oro teniendo el jurado como cabeza a alguien tan contrario a este tipo de cine como Steven Spielberg.


Una pasión muy diferente alimenta la historia de El gran maestro (Yi dai zong shi, 2013). Aquélla se dirige no hacia otro ser humano sino hacia las artes marciales. Tanto así que logra sublimar cualquier pasión erótica. Y esto tratándose del director que le concedió a los espectadores una de las cintas más románticas de principios de este siglo: Deseando amar (2000). Después de que sus colegas del mundo asiático hicieran lo suyo durante años con éxitos como El tigre y el dragón de Ang Lee y Héroe de Zhang Yimou, Wong Kar-Wai regresa a las artes marciales. De los primeros cineastas considerados en occidente como “autores” que además decidiera abordar un género de clase B (el kung-fu), Wong Kar-Wai se dio a la tarea de filmar en los años noventa Ashes of Time (1994), una de las cintas de artes marciales de mayor altura estética y con un reparto multiestelar de actores chinos. Ya desde antes el realizador ha sido conocido y premiado en el mundo occidental por diversos filmes. Pensemos por ejemplo en la ya citada Deseando amar.
Este año que termina Wong Kar-Wai se enfrenta a su mayor reto: volver a las artes marciales y con un presupuesto de proporciones titánicas convirtiendo la obra fílmica en una de las más caras en la historia de su país. Basada en la vida de Ip Man (Tony Leung) —el hombre que fuera el maestro de Bruce Lee— la más reciente cinta del realizador hace un recorrido de años a lo largo de la vida del personaje histórico. El enfoque, sin embargo, se tornará hacia el artificio como es costumbre en la filmografía del cineasta. El planteamiento será lugar común en el género. Primero se da la contienda de las diferentes escuelas de artes marciales. Un maestro ya en el atardecer de la vida pretende reunirlos a todos, confrontarlos y elegir a alguien que continúe con sus enseñanzas. No obstante, antes de que una persona pueda erigirse como el sucesor del gran maestro, vendrá la invasión japonesa. Con ella, las muertes de las personas a quienes más ama Ip Man. No sólo eso. Un aprendiz despechado matará al maestro y la hija del viejo jurará venganza a pesar de las enseñanzas del padre. Así, en otro de los roles principales, se halla la estrella china Ziyi Zhang como Gong Er, una joven cuyo amor a su padre la obliga a dedicar su vida a la venganza.
Mientras en Ashes of Time abundaban el desierto, el sudor y el desaliño de los combatientes, en El gran maestro las peleas presentan un contraste atractivo: por un lado la dureza de los golpes a corta distancia y por el otro, la elegancia y el terciopelo del vestuario. Si ya antes sus colegas y compatriotas han trasladado las peleas de artes marciales a diferentes épocas y ambientes, Wong Kar-Wai les otorga a los espectadores un encuentro de kung-fu con abrigos de piel y bajo la nieve mientras un tren recorre una estación. Aclamada ya en su país de origen, es posible que El gran maestro alcance la nominación al premio Óscar por mejor cinta en lengua extranjera. Al menos, como se informó en días pasados, ya la obra de Wong Kar-Wai se encuentra en la lista corta luego de ser filtrada por los mandamases académicos de Hollywood. Si gana algo o no ya se verá cuando sea la sobrevalorada premiación. Mientras tanto estas dos cintas en lengua extranjera ya pasan por México o cuentan con fecha tentativa de estreno en nuestro país. Para El gran maestro, el 10 de enero. Para La vida de Adèle, fechas diversas con la muestra de cine de la Cineteca Nacional y, hablando de su estreno comercial, el 14 de febrero.

La vida de Adèle (La vie d’Adèle, 2013). Dirigida por Abdellatif Kechiche. Producida por Brahim Chioua, Abdellatif Kechiche y Vincent Maraval. Protagonizada por Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux.

El gran maestro (Yi dai zong shi, 2013). Dirigida por Wong Kar-Wai. Producida por Jacky Pang y Wong Kar-Wai. Protagonizada por Tony Leung y Ziyi Zhang.