En la ceremonia de clausura del más
reciente festival de Cannes la cinta Adieu
au langage del veterano director francés Jean-Luc Godard compartió el
premio del jurado con la del cineasta más joven en la selección oficial de este
año, el quebequense Xavier Dolan. Dolan —de apenas veinticinco años— no habrá
ganado la Palma de Oro con Mommy (2014)
como ya predecían un poco histéricamente muchos medios sensacionalistas de su
terruño; pero si hubiera un premio al discurso más emotivo de la ceremonia sin
duda él se lo habría ganado. Xavier Dolan se ha convertido durante los últimos
cinco años no sólo en el consentido del festival sino además en el niño-genio
(algunos dicen también enfant terrible)
del cine de Quebec y de Canadá. Con tan sólo diecinueve años filmó su ópera
prima con tintes autobiográficos titulada J’ai
tué ma mère (2009) y, desde entonces, no ha parado: en 2010 Les amours imaginaires, en 2012 Laurence Anyways, Tom à la ferme el año pasado y ahora Mommy. La cinta precedente —es decir, el cuarto crédito en su
filmografía— llega a México con la edición 56 de la Muestra de Cine bajo el
título Tom en el granero (una
traducción equívoca pues el Tom protagonista no sólo estará en el granero sino
en el maizal, en la casa, en el portón y en muchos otros lugares del entorno
granjeril; además el nombre de la obra original en la cual el filme sustenta
sus bases es Tom en la granja). Traducciones,
traiciones. Da igual.
Con Tom
en el granero (o en la granja)
Xavier Dolan por primera vez busca una historia en otra parte, más allá de su
precoz mente. Quizás esto le haya favorecido bastante a la hora de sopesar el
resultado sobre la pantalla. En el presente caso encuentra sustento dentro de
la obra homónima del dramaturgo Michel Marc Bouchard. Los dos creadores de
Quebec representan además de generaciones distintas, dos perspectivas de la
lucha por los derechos de la comunidad gay. Bouchard, por ejemplo, tanto en Tom en la granja como en una de sus
obras más conocidas incluso en México (Los
endebles) presenta personajes que todavía viven la homofobia como una
manifestación frontal y violenta, sin ambages y sin que exista en el ambiente
el freno de la corrección política. Ya sea en el pasado o en un ambiente rural
alejado de gente citadina más progre o liberal tales personajes se sofocan. Los
de Dolan —pensemos por ejemplo en el o la Laurence Alia de Laurence Anyways— la vive con cuchicheos. Ahí la homosexualidad no
escandaliza tanto. Deja de ocultarse y la homofobia se manifiesta más bien en
murmuraciones discretas y ya no tanto en puños. Digo, ya no tanto porque no
falta la típica escena del zarandeo. Esta liberación se acentúa todavía con
mayor intensidad si regresamos a los dos primeros productos fílmicos del
cineasta, ésos donde él mismo interpretaba a los protagonistas homosexuales: J’ai tué ma mère y Les amours imaginaires.
A los puños y a las mentiras se
enfrentará Tom (Dolan) cuando viaje de Montreal al Quebec profundo. Más en
específico a la granja donde creció su amante, un hombre que acaba de morir en
la metrópolis. Su entrada a este lugar se dará entre silencios tensos y
neblina. Desde aquí el espectador sabe a qué género hace alusión el cineasta.
Tom pronto conocerá a la familia del amante muerto: la madre (Lise Roy) y el
hermano (Pierre Yves Cardinal). También se dará cuenta de que la madre ignora
la homosexualidad del hijo fallecido y el hermano está empecinado en sostener la
mentira para protegerla. Utilizará todos los simiescos recursos. Sobre todo, la
intimidación. Así Tom se convierte en el buen amigo de la gran ciudad y deja a
la madre con la pregunta de dónde se encuentra la novia de su hijo y por qué no
se ha presentado al funeral. A lo largo de la cinta los personajes se sumergen
en esa mentira intercambiando roles, sustituyendo un rostro por otro e incluso
sintiendo atracciones ambiguas. Esto último se materializa mayormente en la
relación entre Tom y el hermano de su novio, ese hombre homofóbico cuya
ambivalencia deja estupefacto al protagonista en más de una ocasión. De manera
especial con la escena del tango —esta vez, sí en el granero. Y es en el
carácter errático y violento del hermano y en la fragilidad de Tom donde
residen los momentos de mayor tensión del filme.
Con esta cuarta salida al ruedo queda
manifestado que Dolan desea darle un giro a su carrera y de paso abordar el
género del suspenso. Y tratándose del suspenso Hitchcock es la referencia
inevitable aunque el joven realizador haya declarado al respecto que sólo había
visto Vértigo cuando filmó Tom en la granja. Sí, pero ahí siguen
sus innumerables imitadores en Hollywood. Al fin y al cabo Hitchcock se torna
omnipresente en la obra de cualquier director que aborde este género a través
de la máquina de ensueños. El homenaje (si es que en realidad lo es) no le sale
nada mal y logra mantener la tensión a lo largo de todo el filme. También hay
una madurez mayor en el plano de la actuación. Dolan ya no interpreta a un
personaje que podría ser él (como ocurrió en sus dos primeros créditos). Esa
personalidad bravucona, gritona, estridente, impudorosa, demasiado confiada en
sí e incluso soberbia —de ahí que muchos críticos hablen de “narcisismo” cuando
se refieren a sus apariciones en roles principales dentro de las películas que
dirige— da paso a otra más sutil y vulnerable. El argumento de Dolan ante las
acusaciones de narcisismo es que como nadie le daba trabajo como actor decidió
convertirse en director para así actuar en sus propias películas. Lo cierto es
que aquí, por fin, se le ve a Dolan actuar y además hacerlo solventemente, sin
representar a un personaje demasiado semejante a él: uno frágil, intimidado por
las circunstancias así como por estos personajes de un Quebec más rural y necio
en perpetuar sus tradiciones. El aspecto tal vez demasiado teatral de la obra
original lo resuelve con espacios abiertos (paisajes verdes luego cubiertos de
niebla, la multitud de vacas en el cobertizo, la persecución en el maizal)
aunque no por eso abandona ese estilo tendiente al preciosismo y a la
artificialidad que vuelve locos a los críticos y a los festivales.
La revancha de Dolan no tardó mucho en
concretarse. En 2012 Laurence Anyways
—un proyecto ambicioso de casi tres horas de duración— fue a Cannes; pero a la
selección de “Una cierta mirada”. Dolan lamentó no haber estado en la oficial y
su declaración tuvo repercusiones tanto aquí como Francia. Incluso Tom en el granero se presentó no en
Cannes sino en la Mostra de Venecia. Como para darse un descanso. Sin embargo,
tan sólo unos meses después y ya en 2014, se anuncia que Mommy estaría en la selección oficial compartiendo cartel con los
grandes directores del mundo, entre ellos dos más de Canadá: Cronenberg y
Egoyan. Fue el más joven de los tres quien cosechó mayor número de elogios. Mientras
tanto, en la provincia francófona de Quebec se le hace eco al triunfo de Dolan
en el extranjero como para transformarlo en propio y de nueva cuenta alimentar
un nacionalismo extraño dentro del cual en realidad no hay nación jurídicamente
hablando. A ver si esta vez tanto cacareo se traduce en entradas al cine para
ver Mommy, algo que no podría decirse
de Tom à la ferme ni de ninguna otra
cinta del joven director en estas tierras. Y que de verdad el discurso tan
emotivo de Xavier Dolan inspire a muchos otros artistas del cine no únicamente
de Quebec sino del mundo entero.
—Tom
en el granero (Tom à la ferme,
2013). Dirigida por Xavier Dolan. Producida por Xavier Dolan, Charles Gillibert
y Nathanaël Karmitz. Protagonizada por Xavier Dolan, Lise Roy y Pierre Yves
Cardinal.
El avance: http://www.youtube.com/watch?v=5IjJMtlEZZc
Nota del 26 de junio: Según el sitio de Cinépolis, Tom en el granero se estrenará comercialmente en México el 31 de julio. Creo que es la primera vez que una película de Xavier Dolan sale en corrida comercial en nuestro país.
Nota del 26 de junio: Según el sitio de Cinépolis, Tom en el granero se estrenará comercialmente en México el 31 de julio. Creo que es la primera vez que una película de Xavier Dolan sale en corrida comercial en nuestro país.