Los ilusionistas

Ahora me ves y de inmediato me olvidas
Cuando tenía una afición mucho más pronunciada por las novelas de detectives —allá, hace muchos años, durante la pubertad— en múltiples ocasiones me encontré con tramas tan inverosímiles que al final la solución de la identidad del asesino me causaba risa en lugar de sorpresa. Pienso por ejemplo algunas de las ochenta y tantas novelas de la autora inglesa Agatha Christie. En especial Navidades trágicas (1938), historia donde, de nuevo y como suele ser el lugar común en las novelas policiacas, el asesino desenmascarado por Hércules Poirot es quien uno menos se espera. Tan forzada la resolución en el citado libro que el criminal debe hacer pirueta y media para justificar su coartada. Además de que resulta ser el hijo bastardo de un millonario avaro y gruñón. Todo se siente muy sacado de la manga. Algo similar ocurre con el final de Los ilusionistas. La cinta contiene un desenlace también bastante jalado de los pelos. Final que, sin embargo y para efectos de esta reseña, no revelaré. Como reza el lugar común del crítico cinematográfico, que cada espectador lo juzgue cuando vea el largometraje.
El director de origen francés Louis Leterrier ya hizo recientemente acto de contrición por el uso del 3D en uno de sus anteriores créditos: el bodrio Furia de titanes (2010). Ahora nomás falta que haga lo propio con respecto a la película en sí. Seguramente nunca lo hará. Puedo esperar sentado. Los ilusionistas (Now You See Me, 2013), su siguiente crédito, se conforma como una cinta de gran elenco: cuatro magos medianamente fracasados reciben una invitación para formar parte de una sociedad secreta. El objetivo, luego de meses de entrenamiento, es montar una serie de espectáculos. Durante los mismos el grupo lleva a cabo asaltos imposibles y le regala el dinero robado al público. Bien podrían ser amigos de Robin Hood aunque se hacen llamar “Los cuatro jinetes”. A partir del primer espectáculo en Las Vegas empezará a perseguirlos la policía: un agente del FBI y otra de Interpol. El misterio a resolver, claro, conocer la identidad de quien los convocó. Algo que ni siquiera los cuatro magos saben.
Uno de los magos lo interpreta Jesse Eisenberg. Eisenberg ya está más que encasillado en el rol del “nerd-tarabilla”, tan inteligente el individuo que apenas le alcanza el tiempo para decir todo lo albergado en su brillantísima mente. Aquí lo único que cambiaron con respecto a Red social (2010) fue un peinado mucho más cool. Woody Harrelson es otro mago. El suyo lo encarna como él: mariguano hipster y locochón de mediana edad y de sombrerito acá muy de moda para no insultar al público con su calvicie. Isla Fisher se presenta como la maga guapa y sexy. Y el hermano menor de James Franco, como el relleno acrobático. En la trama aparece también Morgan Freeman. Él es el hombre enigmático aunque traidor al gremio que con sus documentales hace evidentes los trucos de los magos —no sólo de éstos sino de todos. Además está Michael Caine en la piel del empresario de espectáculos al cual eventualmente traicionan “Los cuatro jinetes”. Con las escenas entre estos dos veteranos actores pareciera que el espectador se halla ante el universo “nolanesco” de Batman. Mark Ruffalo la hace del detective del FBI que rompe las reglas pues es muy gringo y Mélanie Laurent, de la francesa enviada por Interpol (por aquello de que uno de los bancos asaltados se encuentra en París). En esta pareja dispareja de detectives Leterrier despliega su problemática como francés avecindado en Hollywood. Con los policías se da el debate interno del director así como la infinitud de chistes baratos cuyo centro es la diferencia cultural entre gringos y franchutes.
Luego del bodrio y remake titulado Furia de titanes, Los ilusionistas refleja una ligera mejoría para Leterrier. Los cortes frenéticos tan insultantes en el cine de alguien como Baz Luhrmann aquí sí se hallan plenamente justificados por lo superficial de la anécdota y por las diferentes secuencias de acción. Sin embargo, Los ilusionistas no se constituye en ningún momento como un filme memorable. Mezclados en la historia se encuentran la magia, las sociedades secretas, los asaltos a bancos y, por supuesto, la tensión cultural-sexual entre los dos detectives. Por ahí Leterrier incluso intenta abordar las consecuencias de la crisis económica en Estados Unidos con los actos de magia estilo Robin Hood de “Los cuatro jinetes”. Pero en cuanto a temas no existe ninguna contención. Y no mal dice el refrán que el que mucho abarca poco aprieta. Leterrier concibe su obra como muchas películas que se desarrollan al mismo tiempo. Y termina no siendo ninguna. Además de lo inverosímil de la trama, molestan —esto seguramente es cada vez más notorio en el cine hollywoodense— las menciones comerciales. Isla Fisher camina hacia la reunión de magos con un ostentoso vaso de café de Starbucks. El nombre escrito en el vaso (“Henley”) se transforma en la excusa para que un personaje se presente con otro. El giro de tuerca y la revelación final de la persona detrás de los robos se sienten sacados de la manga. No hay ningún indicio para preparar a los espectadores. Y, como suele suceder con casi todo el cine de Hollywood, la resolución se vuelve para colmo muy pueril y básica. ¿Por qué un personaje ensamblado en la tierra del ensueño hace cualquier cosa de adulto? Pues a causa de un trauma infantil, por supuesto. Ya lo sabemos. A pesar de su final mediocre, Los ilusionistas de Louis Leterrier es una experiencia que contiene buenas dosis de entretenimiento. En suma, de esas cintas veraniegas útiles sólo para pasar el rato. De úsese y tírese. No le podemos pedir nada más. Al instante de salir del cine, queda en el olvido.

Los ilusionistas: Nada es lo que parece (Now You See Me, 2013). Dirigida por Louis Leterrier. Producida por Bobby Cohen, Alex Kurtzman y Roberto Orci. Protagonizada por Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo, Isla Fisher y Woody Harrelson.