Además
de Claude Jutra, Denys Arcand durante muchos años les abrió el camino más allá
de sus fronteras a los directores quebequenses. Bien conocidos son sus logros
en el mundo de la cinematografía mundial con créditos como La decadencia del imperio americano (1986), Jesús de Montreal (1989) y Las
invasiones bárbaras (2003). Hace más o menos quince años me entusiasmé
mucho cuando me familiaricé con el cine de Arcand. De Amor y restos humanos (1993) —una película descubierta en un
maratónico festival de cine— pasé a las otras cintas, las más importantes. Ésas
que cité anteriormente. En mi libro Vislumbre
de cineastas le dediqué un capítulo entero a la filmografía “arcandiana”.
En parte su cine tuvo una pequeña dosis de culpa al decidir irme a vivir a
Montreal. Ahora, por desgracia, pareciera que el brillo de Arcand está de capa
caída.
Todo
lo contrario si miro hacia los logros recientes de muchos de sus compatriotas
más jóvenes: Jean-Marc Vallée, Denis Villeneuve, Philippe Falardeau y Xavier
Dolan. Desde que por Las invasiones
bárbaras Denys Arcand ganara el premio Óscar a mejor cinta en lengua
extranjera, tres largometrajes salidos en Quebec estuvieron nominados a la
misma terna en años consecutivos: La mujer que cantaba, Señor Lazhar y
Rebelle. Luego de un silencio de
siete años tras la muy olvidable L’age
des ténebres (2007) y después de la notabilidad de otros cineastas de su
provincia, Denys Arcand se despereza y da a conocer en su tierra natal Le règne de la beauté (2014). Con ella
se confirma que el realizador quebequense se encuentra de verdad en decadencia.
Al
inicio de El reino de la belleza un
arquitecto originario de Quebec recibe un premio en París. Uno se preguntaría
si hay un dejo de colonialismo en esto. Tal vez sería interpretar de más el
asunto. Durante la recepción al arquitecto se le acerca una antigua conocida y dicho
encuentro se vuelve pretexto para la retrospectiva. Décadas antes Luc (Éric
Bruneau) vive plácidamente en la región de Charlevoix al lado de su mujer
Stéphanie (Mélanie Thierry) y rodeado de amigos que, en el puro estilo de
Arcand, forman parte de una élite intelectualoide aunque provinciana. Stéphanie
es una profesora de educación física cuya sensibilidad destila por sus poros.
Algo le molesta a pesar de su situación idílica: un hombre que la ama, paisajes
esplendorosos, una casa de diseño moderno, amistades aparentemente sinceras y
una vida despreocupada de cenas y actividades al aire libre. Aquí se da el
primer engolosinamiento de Arcand deteniéndose en esa belleza del título
representada por montañas, lagos y bosques de la región. Sin embargo, no todo
estará bien en este ensayo de paraíso. Luc hará un viaje de trabajo a Toronto
para participar como jurado en un concurso de arquitectura y ahí conocerá a
Lindsay (Melanie Merkosky). Ella lo obligará a dudar de su estabilidad con
Stéphanie a través de únicamente dos noches apasionadas. O, al menos, pasión es
lo que intenta desplegar el cineasta sobre la pantalla. Quizás sin lograrlo. El
recuerdo de Lindsay conmocionará a Luc mucho más que haber visto a Stéphanie
besar a la novia de Isabelle (Marie-Josée Croze), la doctora lesbiana amiga de
la pareja. Claro, porque al fin y al cabo son jóvenes quebequenses acá bien
progresistas.
Como
puede verse con la trama, Arcand se aleja por completo de sus temas
acostumbrados. Muchos de ellos apuntaban a una crítica social ácida aunque no
exenta de humor. En el presente crédito no habrá los embates contra una
intelectualidad soberbia o una iglesia estancada en el pasado o una sociedad de
consumo. Aunque sí un poquito contra el sistema de salud de Quebec. Todos
aquellos izquierdosos de su generación se verán entonces decepcionados ante una
historia de amor hasta cierto punto banal. O, más bien, increíblemente banal. El
mayor error del cineasta quebequense no resulta alejarse de lo familiar sino
hacerlo de una forma anodina y poco conmovedora. Quizás tan pobre resultado se
deba al reparto de actores. En suma difícil se vuelve sentir empatía hacia el
personaje interpretado por Bruneau, un histrión cuya solvencia es más que
cuestionable. Tampoco Merkosky se erige como parangón del deseo femenino que seduce
al exitoso arquitecto. Incluso los encuentros supuestamente pasionales entre
ambos tienden al acartonamiento y a la artificialidad. Cómo no reírse ante dos
cuerpos desnudos y entrelazados que tienen como escenario de postal una visión
perfecta y nocturna del centro de Toronto. Tan bonita que hasta la imprimieron
en el cartel publicitario. Si hay ironía en el preciosismo no encontró Arcand
la manera de transmitirla. Por otro lado, concederle un papel insignificante
fuera de su lesbianismo a Croze —una actriz que el mismo director ayudó a
internacionalizar gracias a su participación en Las invasiones bárbaras— es un traspié todavía mayor. Sin duda, la
también actriz de La escafandra y la mariposa se halla en este largometraje de Arcand por completo
desperdiciada. Quien con su talento logra salvar algunas secuencias es Mélanie
Thierry. La susceptibilidad de su personaje resulta creíble aun cuando los
besos con la novia de la doctora se sientan sacados de la manga. Tal vez lo
anterior se explique con la experiencia de varios filmes realizados en Europa.
En el caso de Thierry, no estaremos tratando con una novata ni con alguien que
acostumbre hacer series de televisión de muy baja calidad. Al verla deprimida,
uno le cree. Si todo lo anterior no fuera suficiente, la abundancia de escenas
donde Luc y Stéphanie practican deportes raya en el humor involuntario: caza,
pesca, hockey, tenis, etcétera. Si no se trataba de humor involuntario sino más bien de
un comentario sarcástico por parte del director respecto al estilo de vida de
la pareja tampoco queda claro. Aliado de la parsimonia, Arcand nos va
conduciendo hacia un desenlace anticlimático donde parece que va a suceder algo
(un accidente automovilístico, un intento de suicidio, una ruptura) y al final
no pasa nada. Con una historia vacía y que suscita muy poco interés, el
espectador se enfrentará a un muy bello comercial turístico para la región de
Charlevoix en Quebec. Y si se queda a que pasen los créditos, hasta con un
catálogo de casas de diseño moderno y ecológico. Ahora en pleno declive y ya
superado por la competencia de su propia provincia, Denys Arcand muestra que
tal vez fuera de los mensajes de compromiso social tenga muy poco que decir.
Una verdadera lástima.
—El reino de la belleza (Le règne de la beauté, 2014) Dirigida
por Denys Arcand. Producida por Denise Robert y Daniel Louis. Protagonizada por
Éric Bruneau, Mélanie Thierry, Melanie Merkosky y Marie-Josée Croze.
El avance: http://www.youtube.com/watch?v=GZibBYeM_8A