El
cineasta ruso Andréi Zviáguintsev ya había llamado la atención a nivel
internacional en 2011 con Elena.
Entonces ganó el premio del jurado en la selección “Una cierta mirada” de Cannes.
Pero el año pasado los elogios fueron aun más sonoros con Leviatán. Ésta su cuarta película presenta un relato dentro del
cual para un hombre ordinario se torna imposible oponerse a poderes ajenos que
lo rebasan. Basado apenas en algunos aspectos en el libro de Job —donde precisamente
se alude al monstruo marino que le da nombre a la cinta— la trama tiene como
escenario un mar al norte de Rusia, en medio de la nada y en el fin del mundo. Ahí
habita este hombre ordinario con una vida simple, sin ambiciones
grandilocuentes y al lado de una familia reconstituida no exenta de roces. Ahí
también un soberano —no muy disímil al imaginado por Thomas Hobbes en su
tratado del siglo XVII— mantiene medianamente a raya la corrupta humanidad. Da
la casualidad que el alcalde de este pueblo resulta mucho más corrupto y dado a
la tiranía que sus vasallos.
A
las orillas del mar de Barents y en un poblado pesquero vive desde hace
generaciones la familia de Kolia (Alekséi Serebryakov), un mecánico de mediana
edad cuyos mayores problemas, hasta hace poco, eran las discusiones entre los
dos miembros de su familia y los favores pedidos por vecinos inoportunos. Él
está casado en segundas nupcias con Lilya (Elena Liadova), una mujer algo más
joven que él, y tiene además un hijo púber producto de su primer matrimonio. Al
comienzo de la cinta llega de Moscú Dmitri (Vladimir Vdovitchenkov), el mejor
amigo de Kolia y además un abogado que pretende ayudarle en un asunto legal. El
arribo de Dmitri perturba la tranquilidad de la casa —aislada, vieja pero bien
arreglada y la única en pie dentro de los linderos una playa gélida— y provoca
alegría en los tres miembros de la pequeña familia, desde Kolia hasta su hijo
Roma (Serguéi Pokhodaev) pasando incluso por la joven esposa inexpresiva. El
asunto en el que la familia de Kolia se haya involucrada es una expropiación. El
gordo y colorado alcalde del pueblo de nombre Vadim (Roman Madianov) insiste en
expropiar la propiedad de Kolia para un proyecto todavía desconocido. La
compensación no es suficiente para dejar el lugar donde Kolia nació, el que
perteneció siempre a sus antepasados. A pesar de un veredicto favorable para
sus ambiciones, Vadim recurre a amenazas y gritos borrachos para intimidar a
Kolia, para sacarlo de una vez del lugar. Con la aparición de un abogado
estrella de Moscú como Dmitri, el desequilibrio entre las fuerzas antitéticas
podría alterarse y el alcalde tal vez retrocederá. Sin embargo, con cada giro
de la trama, la fortuna se obstinará en complicarle cada vez más la vida a
Kolia.
Según
confesión del director, la idea proviene de un caso ocurrido en Estados Unidos:
un hombre de Colorado que se opuso violentamente a un abuso de poder. De ahí Zviáguintsev
y el guionista Oleg Negin desarrollan una línea argumental donde la corrupción
en todos los niveles (político, familiar, religioso) aflora y carcome el
bienestar de cualquier relación. Kolia estará indefenso y mudo ante una
justicia autómata, encarnada en la galopante voz de la funcionaria del juzgado
que, sin pausas para respirar, leerá la sentencia. Ante la escena casi kafkiana
sólo queda el refugio ofrecido por las botellas de vodka. Con cada nuevo embate
del monstruo marino llamado Vadim, ni Kolia ni sus aliados sospecharán que
detrás del poder temporal se oculta el espiritual. Imborrable en la mente el
fotograma en el que el joven Roma contempla el esqueleto de la ballena, como
recordatorio del monstruo venido del mar. Como para decirnos a los espectadores
que los de las fábulas bíblicas son mucho menos peligrosos que algunos seres
humanos.
En
un tono muchísimo más trágico que por ejemplo Un hombre serio de los Coen —otra rescritura del libro de Job— Leviatán no está exenta de sus tintes de
humor. Vadim, el pez globo colorado a punto de reventar, da la nota humorística
con sus berrinches. Igual sucede con la pareja amiga de Kolia o al inicio del
día de caza que terminará muy mal para todos. La presencia de estos instantes
de risa atenúa el sentimiento de desesperanza producido por la impotencia del
personaje central ante los caprichos del poder. Ni siquiera en las palabras de
un cura ortodoxo encontrará consuelo. El carácter universal del relato,
innegable. Aunque predecible durante ciertos momentos —en el caso de una
relación adúltera configurada desde los primeros minutos— en otros de mucha más
trascendencia Leviatán sorprenderá
sin duda al espectador. Este filme desgarrador sobre un poder corrupto y las
víctimas dejadas a su paso debería estremecer a más de uno.
Cierto
tufillo de superioridad moral se sintió durante la rueda de prensa en Cannes.
Ahí algunos periodistas anglosajones casi querían obligar al director a
confesar un acto de censura nunca existente —la película ve la luz incluso con
el sello de aprobación del ministerio de cultura de su país — o al menos
empujarlo a condenar expresamente el régimen ruso. La crítica hacia el gobierno
se despliega mucho más sutil de lo que el mundo occidental hubiera querido: a
través de los retratos de líderes rusos o soviéticos tanto actuales como
pasados ya sea como santos patrones detrás del escritorio de Vadim o como
objetivos de caza para los amigos de Kolia. De esta forma —quizás ignoren estos
ángeles de la corrección política— el tema central de la cinta no se vuelve
exclusivamente regional sino que, como en tiempos ancestrales lo fuera la
historia bíblica de Job, refleja inquietudes y dudas tanto universales como
básicas para cualquier ser humano. La película gana en el festival de Cannes la
Palma al mejor guión y últimamente ha sido nominada como mejor cinta en lengua
extranjera en algunas premiaciones hollywoodenses. También forma parte del menú
de la 57 muestra de la Cineteca Nacional al lado de filmes como Mommy, Sólo los amantes sobreviven y Dos días, una noche. Ya fue estrenada comercialmente en las principales
ciudades de México. Estará en Torreón gracias al auspicio de la Ibero el 23 de
febrero.
—Leviatán (Leviafan, 2014). Dirigida por Andréi Zviáguintsev. Producida por
Alexandre Rodnianski y Serguéi Melkumov. Protagonizada por Alekséi Serebryakov,
Elena Liadova, Roman Madianov y Vladimir Vdovitchenkov.
El
avance: http://www.youtube.com/watch?v=-rMCyLF7v2U