Ni tan violento ni tan gansteril

Por su título pudiera parecer que el espectador se enfrentará a un baño de sangre de enero a diciembre. Y no es así. La trama de la cinta se alarga apenas durante unas semanas de invierno. En El año más violento (A Most Violent Year, 2014) no hay tanta violencia como el nombre de la cinta lo promete. Por otro lado, la crítica más especializada y menos superficial la ha encumbrado como una brillante película del mismo género de El padrino o Caracortada. También se equivocan. Aunque el equívoco no es tan grande como el del espectador sádico que entra al cine esperando matanzas constantes. El tercer crédito del director J. C. Chandor no es exactamente uno repleto en su historia de Vitos o Tonys. Aunque sí recurre a muchas de las convenciones del género. Y al hacerlo las subvierte. Sin embargo, es verdad que los espectadores saldrán con el sabor de haber visto una obra fílmica de los años setenta y no sólo por la época retratada. De seguro el actor en el papel protagónico les recordará al Al Pacino de esa época. Y sin duda el filme contiene una escena de persecución que en mucho remite a otra de Contacto en Francia (1971). El título citado en realidad se refiere al hecho de que la trama trascurre en el invierno de 1981, el año más violento en Nueva York de acuerdo a las estadísticas. Tanto la violencia como el gansterismo se volverán entonces meros trasfondos.
Abel Morales (Óscar Isaac) y su mujer Anna (Jessica Chastain) están al frente de una compañía que a domicilio vende combustible para calefacción. Él es el gerente. Ella se encarga de la contabilidad. El ahora magnate de origen hispano hace su agosto durante los meses de invierno. Juntos marido y mujer hacen una apuesta mayor en la que se les podría ir su cuantiosa fortuna: cierran a medias un trato con una familia judía. Tras firmar el contrato Abel debe obtener el préstamo de un banco pues tienen unos días para reunir la cantidad faltante. De esta forma su ambición más anhelada se cristalizará: comprar tanques de almacenamiento en un lugar estratégico y que su compañía Standard Oil sea la predominante en el mercado. Así sus competidores desaparecerán o, al menos, dependerán de ellos. Como consecuencia del rápido ascenso de Abel en el mercado de la calefacción surgen dos escenas paralelas al comienzo de la película. Mientras se cierra la primera parte del trato con los judíos, en otro lugar unos maleantes roban uno de los camiones verdes con el emblema de Standard Oil. El chofer Julián (Elyes Gabel) es lanzado contra el pavimento y golpeado. Este joven, por ser inmigrante hispano como el jefe de la compañía para la cual trabaja, admira a Abel. Décadas antes su patrón se inició en el negocio desempeñando también ese oficio.
Pronto todos los elementos típicos del género comienzan a materializarse. Ahí está el abogado siniestro encarnado por Albert Brooks, las reuniones “familiares” en el cuarto de atrás de un restaurante, las amenazas contra una autoridad aludiendo a “faltas de respeto”. Y todo lo anterior, aunque la haga sentir como una cinta de gánsters, no convierte al héroe, Abel Morales, en uno. Nunca podría comparársele al Tony Montana, interpretado por Pacino en Caracortada (1983), de Brian de Palma. Abel desea hacer lo correcto, evitar a toda costa comportarse como un criminal aunque esté emparentado con uno. Aquí entra la lady Macbeth del relato: Anna, su esposa e hija de un gánster de poca monta de Brooklyn. Cuando la situación del robo de los camiones esté en su punto más álgido y luego de que una visita inesperada los sorprenda en su nueva mansión a mitad de la noche, Anna amenazará a Abel con hacer intervenir a su padre para protegerlos. Él se opondrá. Y por eso el suegro de Abel nunca aparece. Para colmo, pronto se enterarán por su abogado de que están siendo investigados por el asistente del fiscal de distrito (David Oyelowo), alguien tan ambicioso y con tanta hambre de poder como los Morales. La investigación por prácticas de corrupción los incluye a ellos y a otros dueños de compañías que se dedican a la misma actividad. Abel le pregunta con constancia a su mujer, encargada de las finanzas de la empresa, si hay algo que temer ante una auditoría. Si no cede frente a ella tampoco frente a las presiones del sindicato de choferes cuyo líder quiere que los empleados comiencen a portar armas para defenderse de los robos. Tampoco desea permanecer encerrado con esposa e hijas dentro de una fortaleza rodeada por guarros como se lo dice al hijo de otro de sus colegas, Peter (Alessandro Nivola). El resto de la trama se desarrolla con la idea de averiguar si Morales va a traspasar la línea de la ilegalidad de forma consciente, si tarde o temprano cederá ante los embates del salvajismo y él a su vez se convierta en una bestia. Todavía más cuando los hados le presentan el plato de la venganza sin pedir nada a cambio.
En su tercer crédito después de Margin Call (2011) y Todo está perdido (2013) el director estadounidense J. C. Chandor se da a la tarea de contar la historia de un inmigrante —o hijo de inmigrantes si aguzamos el oído y nos detenemos en su forma de hablar el español— que se convierte en el modelo a seguir para todos aquellos que, como Julián, aspiran al sueño americano. Sin embargo, conforme el espectador vaya recolectando información sobre Abel los claroscuros del personaje irán dibujándose poco a poco y de manera bastante ambigua. Él se defiende de todos los ataques argumentando que es un hombre decente. Eso no quita que sea además un despiadado hombre de negocios dispuesto a realizar maniobras cuestionables (claro, todo dentro de una aparente legalidad) para erradicar a la competencia. Ésta es su gran ambición. Su sentido del olfato para los negocios queda demostrado tanto frente a sus flamantes vendedores como frente a las personas con quienes cierra tratos —los judíos o los ejecutivos del banco. En el trasfondo de su ascenso meteórico está el anhelo de destruir de una vez y para siempre a sus competidores en la carrera por proveer de calefacción a los habitantes de Nueva York y así monopolizar el mercado. Aunque —y aquí se halla la génesis de los reproches de Anna— cuando se trate de mancharse las manos de sangre será incapaz de hacerlo: nótese lo sucedido durante la escena del choque nocturno sobre una helada carretera. Anna Morales conoce a fondo el punto flaco de su marido, esa superioridad moral que le impide transgredir la ley. Ella, siendo hija de un gánster y a pesar de sus largas uñas muy bien pintadas, sí está dispuesta a ensuciarse las manos con tal de conservar los privilegios económicos y el estatus que éstos conllevan. Sobre todo, después de haber comprado una mansión en los suburbios, lejos de la ciudad corrupta y repleta de delincuentes que era Nueva York en ese entonces. La pieza que nunca encajará en la ecuación de los Morales será Julián, el chofer golpeado, quien cuando vuelva a verse amenazado cometerá un error de consecuencias trágicas, uno que agravará los problemas de su patrón. Ahí la admiración sentida hacia Abel pronto se trocará por resentimiento.
Chandor logra recrear con maestría así como darles la vuelta a las convenciones gansteriles del cine de los años setenta, ésas que sus personajes reproducen incluso inconscientemente pues como mucha gente en esa época y en la actual habrán visto El padrino. A la par el realizador coloca a la cabeza del reparto a dos histriones jóvenes aunque muy talentosos. En primer lugar a la hora de elegir está Jessica Chastain, actriz ya muy conocida luego de hilvanar un crédito tras otro durante el 2011 y el 2012 con ejemplos como The Debt, Take Shelter, El árbol de la vida e Historias cruzadas. Después llega al reparto Óscar Isaac (Hernández) quien en su carrera empieza dando tumbos en roles secundarios —¿cómo olvidar su torpe participación en Ágora de Amenábar?—, poco a poco mejora (Drive) y finalmente el año pasado destaca por su excelente nivel de actuación cosechando así reconocimientos: recuérdese Inside Llewyn Davis de los hermanos Coen y próximamente se estrenarán Ex Machina y la séptima entrega de Star Wars. Con este último crédito y una película de superhéroes en el futuro de seguro el suyo se tornará un nombre imprescindible en Hollywood. Estas grandes actuaciones y la evidente química entre Isaac y Chastain (dado que se conocen desde la escuela de actuación y que ella se lo recomendó insistentemente a Chandor para el papel principal) aportan una dimensión espectacular a lo acontecido durante el filme. Lo único que podría reprochársele a Chandor fue haber elegido a Elyes Gabel (un actor británico de raíces argelinas e hindúes) para interpretar a un inmigrante hispano cuyo verdadero origen nunca queda claro. Las faltas no están tanto en la interpretación sino en el hecho de que el personaje tenga acento extranjero tanto en inglés como en español. Al menos, son mínimos sus diálogos en nuestro idioma.
Entre relectura del sueño americano y fábula con tintes nada moralistas, El año más violento se constituye además, tras dos salidas al ruedo, como la primera obra inolvidable de Chandor. Luego del universo reducido de Margin Call o del unipersonal de Todo está perdido, el tercer crédito presenta un cosmos de mucha mayor ambición y trascendencia. Aquí Chandor se luce como un director sumamente hábil que no ignora el legado del cine al que alude y que además sabe administrar de manera meticulosa las dosis de tensión sin desbordarse ni llegar hasta lo exagerado o lo inverosímil. Extraño que una cinta de tan excelente calidad —superior incluso a algunas cacareadas por las porristas gritonas y los mercachifles del premio Óscar— no haya estado nominada más que para un Globo de Oro en el caso de la actuación de Jessica Chastain. Me pregunto si pasaría desapercibida fuera de las premiaciones de críticos porque no tenía una campaña “política” dentro de Hollywood que la sustentara con dádivas y millones de dólares. Quién sabe. Lo cierto es que fue estrenada el último día de 2014 en Estados Unidos y Canadá y, a pesar de la cercanía geográfica, tarda cuatro meses en llegar a territorio mexicano. La fecha de estreno prevista para nuestro país es este viernes 8 de mayo.

El año más violento (A Most Violent Year, 2014). Dirigida por J.C. Chandor. Producida por J.C. Chandor, Neal Dodson y Anna Gerb. Protagonizada por Óscar Isaac, Jessica Chastain, Elyes Gabel, Albert Brooks y David Oyelowo.